jueves, 25 de febrero de 2010

UNA AVENTURA EN EL CERRO MALLO - SAN MARTIN DE LOS ANDES

UNA AVENTURA EN EL CERRO MALLO - SAN MARTIN DE LOS ANDES

Domingo 14/2 17 hs.

Cuando nos dimos cuenta de que por donde estábamos bajando no era la senda correcta; ya era tarde para mí. Porque después de más de cinco horas de trekking en subida, y sin la preparación física adecuada, mis piernas me pesaban tanto que no podía retroceder y retomar el camino perdido subiendo ese sector de alta montaña, de piedra y arena. Solo podía bajar, de ninguna manera subir. Una distracción, nos iba a costar caro. Bajamos desde la estrecha cumbre por el lado incorrecto y caímos rápidamente en el sector opuesto de la montaña. Fue cuando decidimos seguir bajando teniendo como referencia una mancha de nieve y un gran cañadón, que seguramente formaría un arroyo de montaña, que nos conduciría hacia el lago.
Encontramos ese arroyo. Al principio fue pequeño, rodeado de lengas achaparradas. Pero luego se fue convirtiendo en algo más importante y su caudal de agua corría muy rápido.
Fueron apareciendo cascadas: algunas poco importantes pero otras bastante altas, como para asustarnos. En algunos casos las cañas colihue nos servían como improvisadas sogas, en otros resbalábamos con nuestros traseros.
Mi hija, que tiene más experiencia en la montaña, me aconseja hacer un vivac. Ya era muy tarde para seguir. Seria la primera vez que dormía en la montaña sin la carpa ni la bolsa de dormir. Me asaltaban un montón de dudas: cómo íbamos a mantener el fuego toda la noche? Que nos esperaría el día siguiente?, ya que había que sortear cascadas y más cascadas. Mi cuerpo, me daría la oportunidad de seguir?
La noche la pasamos acurrucados los dos, sin dormir, secando nuestra ropa, que al otro día, tendríamos que seguir mojando, y muy cerca del bendito fuego.





Lunes 15/2 7 hs.

Al amanecer, partimos nuevamente para seguir vadeando el arroyo. Bajando y bajando. Una y otra vez veía puentes, rutas y cabañas, pero solo era mi ilusión.
Pero por fin a eso de las tres de la tarde, una flecha verde apareció clavada en un árbol. No lo podía creer!. Sería otro espejismo, una ilusión!.
Le comente a mi hija lo que estaba viendo.
Al fin,…los dos veíamos lo mismo. La senda estaba a escasos 200 metros.
Un abrazo y un beso prolongado sellaba el fin de nuestra incertidumbre, de esa incomoda caminata; y el comienzo de nuestra tranquilidad y seguridad. Ya en nuestros corazones se iba transformando ese pequeño,…o gran susto; en el comienzo de la aventura de la montaña Mallo. Nada sería como antes, estaba seguro que la relación con mi hija sería mucho más fuerte. Después de todo, yo le debía mucho. Ustedes, se preguntarán qué?
Bueno… es que en esas largas horas de caminata muy fatigosa, ella me prestó su juventud y su fuerza. Sin eso, no sé si hubiera llegado.



Domingo 14/2 10,30 hs.

Salimos de San Martín de los Andes, y después de más de 40 km. por la ruta 48, pasamos por el arroyo Nonthué, y llegamos al comienzo de la senda del Cerro Mallo (1941 m.).
Atravesamos densos bosques, donde abunda el roble pellín, el raulí y el coihue. El sotobosque era muy denso; propio de la selva valdiviana. La senda está bien marcada, pero se hace larga y con una pendiente moderada en el sector del bosque.







Los bastones de trekking se hacen muy necesarios. Nunca vi árboles de semejante porte, como en este sector. Yo calculo que seis hombres, no podrían abrazar a alguno de ellos. Flores como el amancay y la arbejilla florecen por todas partes. Descubrimos hongos de más de 15 0 20 cm., que crecían a la sombra de los inmensos árboles.


Quería comentarles que el cerro es poco visitado. Creo que por la exigencia que tiene para subirlo. Lo malo que no existe ningún registró en el guarda parque, siendo la caminata de alta dificultad.













Luego de casi tres horas de larga y pesada caminata, el bosque comienza a cambiar. Los árboles son más pequeños y sus troncos más finos, hasta hacerse achaparrados. Como un portal al cielo que se abre, vemos la zona de alta montaña, que comienza a presentarse con sus rocas sueltas y arena volcánica. En este sector se tiene que tener sumo cuidado, ya que la senda no está bien marcada.



Cuarenta minutos más y nos encontraremos en una falsa cumbre. Así la llamo yo. Ya que creímos que esa era la cumbre del C. Mallo. Desde ese lugar comenzamos a tener una vista imponente del volcán Lanin, que para esa fecha de febrero estaba nevada parte de su base.
Seguimos adelante faldeando otra montaña, con la molestia de unos tábanos, que me obligaron a mudarme de ropa por otra, manga larga y pantalones largos.











Ya llega el ascenso final. Que si ya estábamos cansados. Nos rematará.
Piedra, arena, y una pendiente pronunciada nos espera para dar por final del recorrido la ansiada cumbre.
La primera en hacer cumbre fue mi hija. Yo estaba bien atrás. Se dio la oportunidad que sacara unas buenas fotos mías. Lo cual le agradezco.
Un abrazo sello el triunfo de la llegada. Fotos y más fotos. Todo era alegría. Nos hidratamos bien y comimos unas frutas.
Desde la cumbre se ve la cadena de volcanes de Chile, y toda la cordillera de los Andes. El Lago Lacar, la angostura que forma el Lago Nonthué, el nacimiento del rio Hua Hum, que corre hacia el oeste y el Lago Queñi. Tanta belleza nos jugo un poco en contra, ya que cuando nos dimos cuenta eran las 17 horas. Ya era tiempo para volver. Mi hija tomo la delantera y yo la seguí, mucho más preocupado por la hora y mi estado físico que por chequear la senda que debíamos tomar.











Pero bueno…lo demás ya lo conté, en ese momento empezábamos nuestra verdadera aventura. Ahora, que estoy frente a mi computadora, pienso en lo vivido.
Fue positivo.
Me dejo como enseñanza, que hay que tener más respeto a la montaña, y que además tengo una hija de fierro. Mi única diferencia, es que a ella, le gusta el mate demasiado dulce.
Siempre recordaré la montaña Mallo, de San Martín de los Andes, y a todos los que me ayudaron para que esta aventura termine bien: mi hija, mis seres queridos que están ahora cerca mío y los que llevo en el corazón y aquel venezolano que encontramos en la ruta, y nos trajo al pueblo de regreso.




Eduardo
Febrero 2010